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miércoles, 2 de junio de 2010

DIARIO GRANMA PUBLICA FUERTES DEMANDAS DE LECTORES




Muchos cubanos consideran al diario Granma como un aburrido medio de propaganda, digno de su estatus como "Organo Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba''.

Sin embargo, en meses recientes Granma ha publicado un sorprendentemente animado y a menudo crítico conjunto de cartas al editor sobre cómo arreglar una economía devastada por décadas de sobrecentralización, ineficiencia y corrupción.

"Aboguemos todos [. . .] por nuevos mecanismos, estructuras o como quiera llamárseles, pero hagámoslo ya sin más dilación porque mañana, mañana puede ser demasiado tarde'', escribió J. Rodríguez Pérez.

Pero un giro hacia el capitalismo, advirtió J.L. Marichal Castillo en otra carta, ‘‘volverá a generar, sin duda, otra Revolución [. . .] sólo que en lugar de 20,000 muertos, nos costará quizás cientos de miles''.

Raúl Castro abrió las puertas hacia la polémica cuando pidió un franco debate sobre los defectos de la economía cubana (controlada en el 95 por ciento por el gobierno) después de sustituir a su hermano Fidel, quien desapareció de la vista pública en el 2006.

Académicos, artistas y otros se unieron con entusiasmo, escribiendo columnas que iban desde llamados a "democratizar nuestro socialismo'' a ataques contra el ‘‘neoestalinismo''. Pero las columnas aparecen en su mayoría en diarios especializados o páginas de internet, donde pocos de los cubanos promedio pueden leerlas.

Sin embargo, Granma es el mayor periódico de Cuba, con una circulación estimada en 400,000 ejemplares, y las dos páginas que ha dedicado todos los viernes a cartas al editor desde marzo del 2008 han llamado la atención de muchos.

Inicialmente, la mayoría de las cartas publicadas se centraron en temas mundanos tales como protestas contra la música alta de los vecinos, una escasez de toallas sanitarias, mascotas revoltosas y la reventa de entradas para eventos culturales.

Pero recientemente se han centrado en los incentivos del mercado (algunos lo llaman ‘‘privatización'') que el gobierno está considerando como un arreglo para la economía. Estos incluyen entregar unas 30,000 tiendas al por menor administradas por el Estado, como las panaderías y cafeterías, a sus empleados o cooperativas de trabajadores.

"No reconocer que estamos en situación crítica es hacer de avestruz, llevar el asunto a los extremos de pasar a plenas fórmulas capitalistas, es vender la Patria que tanto sudor, lágrimas y sangre ha costado'', escribió Marichal Castillo.

"No concebimos la creación de cooperativas, asociaciones o como se llamen, sin un reglamento interno que sea capaz de ‘sacar' de circulación de forma expedita a quienes [. . .] intenten robar, el enriquecimiento indebido o desmedido y cualquier otra manifestación social negativa'', agregó.

Convertir "a los empleados actuales en supuestos dueños colectivos sólo conduciría a una desenfrenada libre competencia, que no es otra cosa que nuevas células de capitalismo'', alegó otro escritor de cartas.

A.J. Fernández Alonso escribió que aunque él estaba a favor de entregar las pequeñas tiendas a sus empleados, "muchos, con toda razón, se aterran al mencionar la palabra ‘privatización'. Por otra parte, está latente en muchos planteamientos el temor al enriquecimiento''.

Pero la mayoría de las opiniones favorecen la "privatización'' (algunos con un lenguaje osadamente directo), aunque muchos de los escritores agregan cuidadosamente que desean preservar el "sistema socialista'' de Cuba.

"La competencia y la privatización, que tantos critican y temen, son un motor impulsor de la buena calidad de los servicios'', escribió J.R. Cepero Donates. "Si mi servicio no es bueno, sencillamente no tengo clientela, no vendo, y por tanto, no recibo los ingresos necesarios que rentabilicen mi negocio''.

"Debemos, siempre sin desviarnos del camino socialista, cambiar todo lo que deba ser cambiado en nuestra realidad económica'', agregó Cepero, un estudiante de la Universidad de La Habana.

"El dinero que se gana fruto del trabajo honrado no deforma y, cuando el bolsillo aprieta y puede ganarse un ‘dinerito extra' la gente se esmera'' para hacer un mejor trabajo, escribió A. Clavijo en una carta publicada el 19 de marzo.

Más directo fue J. Miguel Valdés, un estudiante universitario, que escribió que todo sistema socialista "debe y tiene que ser dialéctico y adaptarse a las nuevas condiciones que imperen para lograr su permanencia. De nada sirve aferrarse a esquemas que quizás funcionen en otro momento histórico, si éstos en la actualidad son ineficientes''.

"Reafirmo una vez más la urgencia de la toma de medidas para permitir la prolongación de nuestro socialismo y de las conquistas que tanto ha costado al pueblo alcanzar'', agregó.

Aún más fuerte fue J. Rodríguez Pérez, cuya carta del 7 de mayo describió las dos partes de la discusión de las reformas económicas.

"Por un lado, los defensores recalcitrantes de un socialismo dogmático, puro y duro, estatificado, inamovible y con mucha retórica y clases magistrales de todos harto conocidas, bastante ajenas a nuestra realidad actual, en fin, un socialismo incapaz de reconocer incluso que los tiempos ya no son los mismos'', escribió.

"Del otro, los defensores dialécticos y confesos de un socialismo dinámico, cambiante, evolutivo como la vida misma [. . .] que tiende a buscar nuevas formas y métodos, siempre dentro del socialismo, para [arreglar] nuestras viejas deficiencias''.

Pero fue A. Ríos Hernández quien escribió una de las cartas más mordaces a los editores de Granma.

"Me opongo a los que defienden [. . .] los esquemas organizativos y productivos que ya agotaron su papel en la historia, por ejemplo, los que consideran que tienen que mantener a toda costa y a todo costo a los timbiriches y a sus entidades administradoras, porque eso representa al socialismo'', escribió. "Mentira: el socialismo es el control [estatal] sobre los medios de producción, pero no todos, sino los básicos, los que de verdad definen la economía de un Estado''.

"Discrepo de los que ven la caída del socialismo en que un grupo de albañiles creen una cooperativa para arreglar paredes o construir una casa, o un plomero que arregle una tupición, o un mecánico que repare un carro'', agregó.

"Estoy en desacuerdo con los que consideran que [. . .] todo cambio generará su destrucción [del socialismo]'', añadió. "Es lo contrario: el socialismo que no cambia, que no se adapta a las nuevas situaciones, está condenado al fracaso. Acuérdense del socialismo de Europa [Oriental]''.


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