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martes, 3 de noviembre de 2009

EL MISERABLE TIZNE DE LAS CIFRAS



Raúl Rivero
Madrid
Los políticos son adictos a las estadísticas. La vida pasa en las comarcas correctas de los números acompañada de una banalidad salvaje y al golpe de un latido imperceptible. Lo sombrío se mezcla con las claridades, como en la hora borrosa de los amaneceres.
La pena, los dolores, las miserias se hacen leves porque el lenguaje de las cifras no alcanza nunca los perfiles humanos. Las voces cálidas y los sentimientos se quedan enterrados bajo un techo premeditado de sumas, restas, por cientos y comparaciones.
No hay máquinas ni expertos que puedan cuantificar el temor y los insomnios. Nadie ha conseguido medir la desesperanza o la intensidad que llega a alcanzar el olvido. Y, por ejemplo, en las dictaduras ningún equipo de asesores presidenciales está capacitado para calcular los niveles de injusticia o represión con los que se acuesta y se levanta un país.
En Cuba, el presidio político se retrata ahora con este número: 206. Y esa combinación de signos hace remisiones diversas al tiempo y a las vidas de unos hombres que, en los papeles, no tienen cara y no tienen ilusiones.
Quiero hablar de uno de ellos, Blas Giraldo Reyes. Está preso, con una condena de 25 años, en la cárcel Nieves Morejón, a unos kilómetros de su casa --mínima y desguazada-- en la ciudad de Sancti Spíritus.
Tiene 53 años y es topógrafo, pero cuando lo arrestaron, en marzo del 2003, mantenía a su familia como jornalero agrícola en fincas privadas. El gobierno no le permitía ejercer su oficio porque Reyes no era (no fue nunca) partidario ni simpatizante del grupo que tiene el poder en su país desde más de medio siglo.
Fundó en su zona de residencia el Movimiento Cristiano Liberación y la biblioteca independiente 20 de Mayo. Así recuerda él la etapa previa al momento de su encarcelamiento: ``En varias ocasiones fui víctima de arrestos, se me hicieron muchas actas de advertencia, asedio a mi domicilio y se reprimió a mi familia.''
Reyes ha pedido con insistencia por escrito y también mediante el recurso de las huelgas de hambre que se imponga en las prisiones un programa de trato humanitario porque la integridad física de los presos políticos está amenazada. Hace unos meses, el recluso común Aramís Puerta (inducido por los carceleros) quiso obligarlo a poner carteles con consignas gubernamentales en su camastro de preso.
A la atmósfera tensa y violenta del presidio, a la falta de alimentación adecuada, al acoso de la suciedad y sus mensajeros, se une ahora --cuando va a entrar en el año séptimo de su castigo-- una diabetes rabiosa y otras patologías que ponen en crisis general su estado de salud y alarman a su esposa Isel de las Mercedes Acosta, una de las fundadoras de las Damas de Blanco, una asociación que lucha por la libertad de los presos políticos.
Esta semana hablé con ella. Lo puede ver dos horas cada dos meses. La señora Acosta está muy preocupada y dice que conoce muy bien la dieta de las prisiones. ``No le están dando lo que debe comer porque la alimentación en ese penal es pésima''.
Blas Giraldo Reyes padece, además, de hipertensión arterial, artrosis degenerativa, problemas hepáticos y renales, trastornos de la audición y papiloma intestinal.
``Queremos que salga de la cárcel, dice la mujer, donde está por trabajar en forma pacífica por la libertad de Cuba. Deseamos y trabajamos para que vuelva a su familia y recupere la salud. Todos los que lo queremos lo necesitamos''.
Esta es la categoría de las historias de los hombres y mujeres que están detrás de las estadísticas. Cubanos en situaciones críticas, familias desbordadas, gente sencilla que tiene rostro, nombres y apellidos, temores y esperanzas. Y otras cosas que no aparecen en las cifras heladas.

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