NICOLAS PEREZ DIEZ-ARGÜELLES
Si hemos de hacer una historia universal de las turbas, tenemos que concluir que son antiguas. La primera la preparó Caín en el paraíso en contra de su hermano Abel por ser el favorito de sus padres Adán y Eva, ellas estuvieron presentes en la decadencia del imperio romano lanzando cristianos a la boca de los leones, y durante la revolución francesa, cuando se divertían gritando e insultando al pie de guillotina a los condenados a muerte.
En cuanto a su condición humana, siempre las turbas han tenido un fuerte contenido de odio y envidia poco saludable.
Las turbas han intervenido poco en la historia de Cuba. Hubo algunas a la caída del general Gerardo Machado y el 1 de enero de 1959, pero luego desaparecieron. La revolución las utilizó como último recurso con sus superiores mítines de repudio, con el objetivo de amedrentar, humillar y acosar al millón de personas que querían abandonar la isla para ser libres. Aquellas expresiones de cólera colectiva inventadas, dirigidas y monitoreadas por el régimen, llegaron a extremos tan intolerables que provocaron rechazo hasta dentro de las propias filas de la revolución. El hecho de que últimamente se hayan multiplicado las turbas en la isla es indicio de que allá el horno no está para galleticas.
No podemos pasar por alto la personalidad de los que componen una turba. Son cobardes porque temen actuar solos y se sienten protegidos cuando caen en pandilla. Y son unos perfectos miserables porque sirven, conscientes o no, a los fines de dictaduras o gobiernos de fuerza.
El castrismo las exportó con mucha suerte a toda América Latina. En Nicaragua se han reinventado con el florido nombre de turbas divinas, lideradas, entre otros, por Francisco Gutiérrez Ortega, alias Bigote. En Venezuela está el grupo la Piedrita, cuyo jefe máximo es Lina Ron. En Argentina, donde siempre todo lo disfrazan, existen los piqueteros, nombre de guerra del Movimiento de Jubilados y Desocupados que encabeza Raúl Castells, cuyos miembros cobran $150 al mes a cambio de defender en la calle a la brava al matrimonio Kirchner. A este selecto grupo ingresó hace poco el Frente Nacional Hondureño ante el Golpe, de Juan Barahona, que próximamente se proponer boicotear las elecciones hondureñas para provocar el caos. Y finalmente, tenemos en Miami, a Vigilia. Y como los guerreros no reposan, Saavedra, especie de Eróstrato que en el 356 a.C. por llamar la atención incendió el Templo de Diana en Efeso, esta semana volvió a ser noticia al insultar en un Publix a Juanita Castro, una mujer mayor e indefensa.
Por otra parte, a Juanita la respeto, pero en su libro su memoria o fuentes de información le jugaron una mala pasada. Su error craso fue acusar a Orlando de Cárdenas de traicionar el desembarco del Granma. Hace años aquí en Miami se formó Libertad y Vida. El pequeñísimo grupo se reunía los domingos en casa de Orlando Castro, y eran Raúl Martínez Ararás, Carlos Bustillo y Héctor de Armas, todos ex asaltantes de los cuarteles de Santiago y Bayamo el 26 de julio de 1953. Y estábamos invitados a Libertad y Vida Alfredo Sánchez y yo. Hablábamos telefónicamente hacia Cuba con Gustavo Arcos Bergnes y Chuchú Llanes Pelletier. No hablo con festinación, hay 160 horas grabadas de estas llamadas en un lugar de Miami. En mi presencia conversaron varias veces Orlando de Cárdenas y Gustavo, que habían vivido aquel proceso de lucha en México, y puedo asegurar que un hombre de la entereza e integridad de Gustavo jamás hubiese cruzado media palabra con un delator. Otra evidencia: De Cardenas visitó Cuba en 1959 y Castro se negó a recibirlo. Los que conocen al dictador, ¿pueden concebir que haya caído en sus manos un Judas a la revolución en 1959 sin mandar a fusilarlo en el acto? ¿Fidel es capaz de perdonar a quien lo ha vendido?
Otra cosa que no entiendo es el concepto que tiene Juanita Castro de la familia. Todas las comparaciones son odiosas, ni remotamente pueden equipararse la dictadura militar de Batista con el régimen totalitario castrista. Pero el hermano mayor de mi padre, Nicolás Colacho Pérez fue el autor intelectual, coordinador civil y ministro de Defensa del golpe de estado del 10 de marzo de 1952. Siendo un niño me opuse a aquél gobierno y la policía de Batista me dio varias veces leña hasta en la niña de los ojos. Pero jamás le dije nada a mi tío, después de mi padre la persona que más respetaba en la vida. Con esto trato de decir que entiendo la fuerza de la sangre. Admiro que Rafael Díaz-Balart haya protegido a su hermana Mirta cuando esta intentaba salvar la vida de su enemigo y creo no es justo que Juanita rechace tan violentamente a su sobrina Alina, de la cual ni siquiera desea pronunciar su nombre. ¿Se trata de defender el honor de sus padres? Alina ni ha traído el tema por los pelos ni lo ha inventado; quizás repetido. ¿Acaso la hermana menor de Fidel y Raúl no ha leído un artículo del año 1964 de la revista Time, ``The Bitter Family''?
espeto y entiendo que Juanita haya confesado con valentía frente a este complejo exilio que no entiende las sutilezas emocionales, que le tiene cariño a Raúl y no le desea mal a Fidel. Ese es el llamado de la casta, hasta los propios animales de una misma camada se protegen los unos a los otros. Pero donde ella no me convence y sus palabras suenan falsas y huecas es cuando no termina de visitar o llamar por teléfono a su sobrina Alina, que renunció a ``las mieles del poder'' y abandonó Cuba para venir a pasar 10 varas de hambre en Miami por las mismas razones que Juanita, por amor a la libertad.
En cuanto a su condición humana, siempre las turbas han tenido un fuerte contenido de odio y envidia poco saludable.
Las turbas han intervenido poco en la historia de Cuba. Hubo algunas a la caída del general Gerardo Machado y el 1 de enero de 1959, pero luego desaparecieron. La revolución las utilizó como último recurso con sus superiores mítines de repudio, con el objetivo de amedrentar, humillar y acosar al millón de personas que querían abandonar la isla para ser libres. Aquellas expresiones de cólera colectiva inventadas, dirigidas y monitoreadas por el régimen, llegaron a extremos tan intolerables que provocaron rechazo hasta dentro de las propias filas de la revolución. El hecho de que últimamente se hayan multiplicado las turbas en la isla es indicio de que allá el horno no está para galleticas.
No podemos pasar por alto la personalidad de los que componen una turba. Son cobardes porque temen actuar solos y se sienten protegidos cuando caen en pandilla. Y son unos perfectos miserables porque sirven, conscientes o no, a los fines de dictaduras o gobiernos de fuerza.
El castrismo las exportó con mucha suerte a toda América Latina. En Nicaragua se han reinventado con el florido nombre de turbas divinas, lideradas, entre otros, por Francisco Gutiérrez Ortega, alias Bigote. En Venezuela está el grupo la Piedrita, cuyo jefe máximo es Lina Ron. En Argentina, donde siempre todo lo disfrazan, existen los piqueteros, nombre de guerra del Movimiento de Jubilados y Desocupados que encabeza Raúl Castells, cuyos miembros cobran $150 al mes a cambio de defender en la calle a la brava al matrimonio Kirchner. A este selecto grupo ingresó hace poco el Frente Nacional Hondureño ante el Golpe, de Juan Barahona, que próximamente se proponer boicotear las elecciones hondureñas para provocar el caos. Y finalmente, tenemos en Miami, a Vigilia. Y como los guerreros no reposan, Saavedra, especie de Eróstrato que en el 356 a.C. por llamar la atención incendió el Templo de Diana en Efeso, esta semana volvió a ser noticia al insultar en un Publix a Juanita Castro, una mujer mayor e indefensa.
Por otra parte, a Juanita la respeto, pero en su libro su memoria o fuentes de información le jugaron una mala pasada. Su error craso fue acusar a Orlando de Cárdenas de traicionar el desembarco del Granma. Hace años aquí en Miami se formó Libertad y Vida. El pequeñísimo grupo se reunía los domingos en casa de Orlando Castro, y eran Raúl Martínez Ararás, Carlos Bustillo y Héctor de Armas, todos ex asaltantes de los cuarteles de Santiago y Bayamo el 26 de julio de 1953. Y estábamos invitados a Libertad y Vida Alfredo Sánchez y yo. Hablábamos telefónicamente hacia Cuba con Gustavo Arcos Bergnes y Chuchú Llanes Pelletier. No hablo con festinación, hay 160 horas grabadas de estas llamadas en un lugar de Miami. En mi presencia conversaron varias veces Orlando de Cárdenas y Gustavo, que habían vivido aquel proceso de lucha en México, y puedo asegurar que un hombre de la entereza e integridad de Gustavo jamás hubiese cruzado media palabra con un delator. Otra evidencia: De Cardenas visitó Cuba en 1959 y Castro se negó a recibirlo. Los que conocen al dictador, ¿pueden concebir que haya caído en sus manos un Judas a la revolución en 1959 sin mandar a fusilarlo en el acto? ¿Fidel es capaz de perdonar a quien lo ha vendido?
Otra cosa que no entiendo es el concepto que tiene Juanita Castro de la familia. Todas las comparaciones son odiosas, ni remotamente pueden equipararse la dictadura militar de Batista con el régimen totalitario castrista. Pero el hermano mayor de mi padre, Nicolás Colacho Pérez fue el autor intelectual, coordinador civil y ministro de Defensa del golpe de estado del 10 de marzo de 1952. Siendo un niño me opuse a aquél gobierno y la policía de Batista me dio varias veces leña hasta en la niña de los ojos. Pero jamás le dije nada a mi tío, después de mi padre la persona que más respetaba en la vida. Con esto trato de decir que entiendo la fuerza de la sangre. Admiro que Rafael Díaz-Balart haya protegido a su hermana Mirta cuando esta intentaba salvar la vida de su enemigo y creo no es justo que Juanita rechace tan violentamente a su sobrina Alina, de la cual ni siquiera desea pronunciar su nombre. ¿Se trata de defender el honor de sus padres? Alina ni ha traído el tema por los pelos ni lo ha inventado; quizás repetido. ¿Acaso la hermana menor de Fidel y Raúl no ha leído un artículo del año 1964 de la revista Time, ``The Bitter Family''?
espeto y entiendo que Juanita haya confesado con valentía frente a este complejo exilio que no entiende las sutilezas emocionales, que le tiene cariño a Raúl y no le desea mal a Fidel. Ese es el llamado de la casta, hasta los propios animales de una misma camada se protegen los unos a los otros. Pero donde ella no me convence y sus palabras suenan falsas y huecas es cuando no termina de visitar o llamar por teléfono a su sobrina Alina, que renunció a ``las mieles del poder'' y abandonó Cuba para venir a pasar 10 varas de hambre en Miami por las mismas razones que Juanita, por amor a la libertad.
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