La decisión de llevar a la cárcel a todo género humano por el simple hecho de vender productos alimenticios en las calles, es evidente una medida extremadamente excesiva. En lugar de hablar por la boca de la ley cuando ponen sentencias, habla por la de creencias u opiniones gubernamentales de una persona moribunda, que su único afán es mantenerse en el poder. Las opiniones particulares se convierten en una seria amenaza pública, quizás una de las más graves que puede sufrir el orden jurídico. No solo se pervierte y desnaturaliza la jurisdicción sometiendo su ejercicio al juicio de valor subjetivo y personal del gobernante y no al imperio de la ley, sino que se lesionan gravísimamente los derechos del ciudadano que acude a la justicia en busca de amparo y protección.
Se comprende el objetivo de la alarma provocada por las últimas sentencias dictadas por el tribunal alentado por dogmas aberrantes del sistema comunista. El veterano dictador absoluto ha recurrido ante los órganos represivos que obedecen órdenes ciegas desde un largo y provechoso camino al triunfar el sistema oficialista, atribuyendo promesas al pueblo que nunca ha cumplido haciéndose pasar por el gobernante más generoso, prometiendo esperanzas que nunca se han visto, justificándose ante el supuesto embargo del vecino, para convertir el proceso burocrático en un mero discurso o reflexión propagandística, cargado de rasgos salvíficos, con los que los actores políticos hacen creer a la sociedad que curarán todos sus males.
Hacer leyes se ha convertido en una operación de imagen, una actuación orquestada para convencer a la ciudadanía de que la incansable actividad y la omnipotente capacidad de los gobernantes resolverían cualquier género de problemas mediante la producción de leyes y resoluciones como la reciente y excesiva número 10 del Ministerio de Justicia.
El uso del Derecho en Cuba, como todos los mecanismos perversos, se retroalimentan indefinidamente de una sociedad compuesta de ciudadanos censurados, de forma que al cabo de poco tiempo, no concibe otro método de resolución de problemas que no sea le ley y la supuesta justicia debido a la facilidad con que se aplaca la opinión pública, pero en cualquier caso , entusiastas de un sistema que les permite obedecer a los intereses de la cúpula gobernante y no a la del pueblo.
Aquí se ha abandonado toda la cautela y también hay que decirlo, toda ideología, de forma que no hay cuestión desagradable que no pueda abordarse y tratarse mediante el Código Penal. Se trata de tipificar como delito más y más conductas que se perciben vagamente como molestas e inadecuadas con el mero objetivo de proteger a la población exacerbando las sanciones y considerando enemigo del género humano a categorías enteras de personas, borrosamente definidas a pesar de que las estadísticas maquilladas dicen lo contrario, la sociedad cubana está convencida de que los robos con violencia aumentan, de que la inseguridad ciudadana crece. Para tener un ejemplo basta mirar en derredor y observar las distorsiones en que se conduce el sistema, cuanto más promesas menos conciencia ciudadana.
Alejandro Cabrera Cruz .
Se comprende el objetivo de la alarma provocada por las últimas sentencias dictadas por el tribunal alentado por dogmas aberrantes del sistema comunista. El veterano dictador absoluto ha recurrido ante los órganos represivos que obedecen órdenes ciegas desde un largo y provechoso camino al triunfar el sistema oficialista, atribuyendo promesas al pueblo que nunca ha cumplido haciéndose pasar por el gobernante más generoso, prometiendo esperanzas que nunca se han visto, justificándose ante el supuesto embargo del vecino, para convertir el proceso burocrático en un mero discurso o reflexión propagandística, cargado de rasgos salvíficos, con los que los actores políticos hacen creer a la sociedad que curarán todos sus males.
Hacer leyes se ha convertido en una operación de imagen, una actuación orquestada para convencer a la ciudadanía de que la incansable actividad y la omnipotente capacidad de los gobernantes resolverían cualquier género de problemas mediante la producción de leyes y resoluciones como la reciente y excesiva número 10 del Ministerio de Justicia.
El uso del Derecho en Cuba, como todos los mecanismos perversos, se retroalimentan indefinidamente de una sociedad compuesta de ciudadanos censurados, de forma que al cabo de poco tiempo, no concibe otro método de resolución de problemas que no sea le ley y la supuesta justicia debido a la facilidad con que se aplaca la opinión pública, pero en cualquier caso , entusiastas de un sistema que les permite obedecer a los intereses de la cúpula gobernante y no a la del pueblo.
Aquí se ha abandonado toda la cautela y también hay que decirlo, toda ideología, de forma que no hay cuestión desagradable que no pueda abordarse y tratarse mediante el Código Penal. Se trata de tipificar como delito más y más conductas que se perciben vagamente como molestas e inadecuadas con el mero objetivo de proteger a la población exacerbando las sanciones y considerando enemigo del género humano a categorías enteras de personas, borrosamente definidas a pesar de que las estadísticas maquilladas dicen lo contrario, la sociedad cubana está convencida de que los robos con violencia aumentan, de que la inseguridad ciudadana crece. Para tener un ejemplo basta mirar en derredor y observar las distorsiones en que se conduce el sistema, cuanto más promesas menos conciencia ciudadana.
Alejandro Cabrera Cruz .
Periodista Independiente
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