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miércoles, 11 de noviembre de 2009

PEOR QUE UN FASCISTA ES UN COMUNISTA



JOSE ANTONIO ZARRALUQUI
Empiezo por decirlo por lo claro: Gorki Aguila y su conjunto Porno para Ricardo nunca fueron y creo que nunca serán santos de mi devoción. Ni esa estridencia punk ni esas letras que dejan tanto que desear sintáctica y poéticamente fueron capaces hasta hoy de enamorarme. Porque lo que es a mí el rock, excepto el lento que en sus inicios se llamaba música country a secas, maldita la gracia que me hace. Ni los metales ni la electrónica ni los gritos que en cantidades crecientes le han incorporado me atraen.
Algo distinto es la actitud contestataria del cubaniche rebelde Gorki. Sí, sé que a menudo la coyuntura lo es todo --o casi todo-- para el triunfo, el fracaso y hasta la supervivencia en cuestiones artísticas o faranduleras. Pero, incluso en los recientes periodos breves en que el castrismo ha pretendido proyectarse consentidor, la vida no ha resultado fácil para los desviados así sea milímetros de las orientaciones que vienen de lo alto. Pregúntenselo a Yoani Sánchez.
Pues el totalitarismo tiene que procurar ante todo ser tal, totalitario, o arriesgarse a dejar de ser. Los regímenes que se erigen y mantienen eliminando las fisuras como permitan una sola pueden irse a bolina. Y, claro, expectantes por no dejar surgir grietas las ven donde no las hay y terminan con la crisma rota un montón de infelices que no estaban en nada. A Gorki, que estaba en todo, lo patearon de lo lindo y le partieron la crisma, pero no se amilanó.
El problema es que se necesita valor para exigir derechos inalienables, simplemente para protestar discretamente, hasta para patalear de rabia, cuando el que tienes enfrente es un gobierno totalitario. Los gobiernos totalitarios no creen ni en la madre que los parió. Los gobiernos totalitarios del siglo XX, que son los más terribles que ha conocido la humanidad porque contaron con instrumentos destructivos más potentes, fueron y son ramas de un tronco socialista con nombres de fascismo --variantes nazismo, falangismo-- o comunismo --variantes maoísmo, castrismo, polpotismo--, todas alambicaciones de los horrores con que desde siempre atormentaron los poderosos a los simples. Y aunque todos parientes, unos son peores que otros. Los fachas, con todos sus desmanes racistas, sus guerras y sus campos de concentración, se cargaron como a cuarenta millones de seres humanos, ya me dirán qué desmesura. Los comuñangas, amantes como se venden de la especie y abanderados del progreso y el amor y la fraternidad, liquidaron el siglo que pasó a cien millones de seres humanos. Son, sin duda, los mejores exterminadores. Y los peores teóricos del amor. Y las peores personas.
El disco que vino a promocionar en los Estados Unidos Gorki Aguila contiene algunas piezas que para mí no valen nada y otras que sí, fundamentalmente por la letra, como Los pioneros disidentes y la dedicada al hermanísimo El general. Pero donde de verdad arrasa este Porno para Ricardo es cuando desnuda el socialismo, calando hasta el tuétano lo que es su esencia lo mismo en Cuba que dondequiera. La canción se titula Chamamé al Yuma.
Un gusano se va en balsa y en la mar encuentra a un policía que también se va, desencantado de la gloriosa revolución y a pique de ahogarse. Lo rescata el gusano y el policía se lo agradece doblemente, no sólo por ya estar de acuerdo en que en Cuba lo racional no es ser policía, sino largarse en balsa, además porque lo ha rescatado de la dentadura de los tiburones. Pero cuando el gusano, ya en plan fraternal, le confiesa que había firmado el Proyecto Varela de Oswaldo Payá, el policía le pone las esposas y se lo lleva preso, de vuelta al infierno del que ambos intentaban escapar, sin importarle los riesgos que ahora él mismo va a correr. O con la esperanza de que el pecado se lo perdonen por haber capturado a un lacayo de los yanquis.
so exactamente es el comunismo, la porquería comunista. La envidia. El odio. El daño por el daño a tus semejantes sin siquiera esperar derivar una ganancia o esperando una ganancia miserable. El alacrán que no puede dejar de ser alacrán y le clava el aguijón a la rana que lo salva de la crecida en el río, consciente de que ahora se ahogará él también. No sé de tantos teóricos o artistas que hayan capturado la esencia de lo que es la basura marxistoleninista como el autor de esta divertida canción protesta. De modo que ¡larga vida a Gorki Aguila! Y que Dios a su regreso a la isla le proteja la crisma.

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